Comenzamos la cuenta atrás. Esta vez hemos empezado el tercer
trimestre con un clásico de la literatura que tanto niños como adultos
conocemos. Este texto primer texto es Frankenstein, una obra de la escritora
Mary Shelley.
Frankenstein es una novela que rompe con los moldes literarios
del siglo XIX e introduce un nuevo género literario al que hoy denominamos ciencia
ficción.
En clase, se nos ha pedido que hagamos un texto narrativo y
tras darle varias vueltas este es el resultado.
NO CAMBIÉ, SOLO APRENDÍ
Era el raro de la clase. Los insultos, las palizas y las
amenazas me quitaban las ganas de vivir. No podía enfrentarme a ellos, me ganaban
en número y en fuerza. Mis esperanzas cada día eran menores y los ingresos en
el hospital tanto por depresión como por los duros golpes eran frecuentes.
Ponía denuncias, pero eso incrementaba que me apartasen de la
sociedad. No hacían nada. Era como una persona invisible, un ser transparente
que cada vez quería ser menos.
Siempre me había gustado el boxeo. Estaba federado desde los
tres años y lo tenía que guardar en silencio porque si me agredían de normal,
esta noticia aumentaría las palizas.
A los pocos días, los ataques se repitieron. La ira ardía por
dentro. Notaba como la sangre se calentaba y era un duelo entre el vivir o ir a
por todos sin ningún tipo de miramientos.
Decidí la segunda. Las clases de boxeo eran suficientes para
mostrar quien era. El mismo odio que sentía la sociedad por mí, sentía yo por
ella. Estaba harto.
Cuando empecé a defenderme, me llevaron al psicólogo y todos
ellos coincidían en una cosa, “la violencia no está justificada” decían. Mi
respuesta clara y concisa era el preguntarles que si la violencia no está
justificada por qué era víctima de ese maltrato físico y psíquico. Las eminencias
médicas no respondían mis preguntas, según ellos no eran videntes para saber
eso.
Personalmente opino que no querían dar solución a mis
problemas porque eso no convenía decirlo. Total solo soy un número para todos
ellos y una persona menos en este planeta les da lo mismo. Al siguiente ataque
y haciendo oídos sordos a las palabras de los psicólogos me lancé.
Esta vez era solamente era uno el que se enfrentaba a mí, el
resto grababa como el otro intentaba ridiculizarme. Podríamos decir que la cosa
le salió mal y que se nos fue de las manos. Yo golpeaba en los lugares que más
dolía, pero al segundo golpe él se puso más rabioso. Vino hacia mí mucho más
furioso, pero un empujón hizo que cayera al suelo y su cabeza impactó con un
bordillo.
No reaccionaba. Su cuerpo se quedó tumbado en la acera y yo,
sin saber que hacer llamé a mis padres para que vieran lo ocurrido. A la vez
que llegaron mis padres, un coche patrulla se detuvo ante el cuerpo y examinándolo,
aseguraron que el impacto había sido tan grande que había provocado su muerte.
Fuimos a juicio y al indicar que era víctima de bullying el juez
dijo que no constaba ningún informe de lesiones ni había puesta ninguna
denuncia. Indignado por saber que ese juez mentía me puse agresivo, lo que hizo
que a mi condena por defensa propia se sumase agresión a la autoridad. Hoy, 5
años más tarde vuelvo a ser libre.
He de confesar que no me siento culpable por lo ocurrido aquel
14 de marzo de 2013, solamente sé que a día de hoy nada de eso me ha hecho
cambiar, solamente aprendí.
Isaac García Ramos